19.2.07

Una extraterrestre en la Costanera

Sabía que ese cumpleaños iba a ser una tortura. Azul me invitó y no le iba a decir que no. Aprovechándose de su condición de amiga hasta llegó a darme las condiciones: zapatillas no, puedo convivir con los zapatos, pero me ponen de malhumor.
Por suerte, y alivianando la cuestión íbamos a hacer una previa alcohólica en lo de la Pocha, y cómo mi idea era anestesiarme al máximo propuse pedir comida, al principio se mostraron poco interesadas en cenar las otras tres en cuestión, pero luego se clavaron tres empanadas cada una. Mientras tomamos un poco de vino y cerveza, moderado.
Luego partiríamos a La Diosa. Había hecho las investigaciones del caso y me comentaron que era un lugar bastante careta y que pasarían punchi, latino y reggaeton. No quería que los antecedentes del lugar me cagaran la noche y traté de ponerle "onda". Por el camino tenía la sonrisa del guasón. Total para empezar a sufrir había tiempo, cuando la música perforara mis tímpanos e intoxicara mis pensamientos optimistas y forzados.
Cuando ví el lugar desde afuera sentí escalofríos, esos boliches en el medio de la nada me dan la sensación de que no voy a conseguir medio de transporte para huir cuando se me canten las partes, y que voy a tener que esperar a que a otro se le antoje volver para irme. Supongo que esto nos pasa a todos, como cuando te invitan a una quinta. Que momento...
Ahí mi humor se fue pinchando y había algo que podía salvarme: que nos quisieran cobrar entrada, obviamente no pensaba pagar un centavo. La ilusión duró milésimas de segundo, lamentablemente entramos gratis y de toque.
De repente los martillazos electrónicos me castigaron duro y parejo, ruidos de 7 minutos como mínimo. Las pocas neuronas que hacían sinapsis estallaban dentro de mi cráneo, mi materia gris hacía pogo. Necesitaba huir de ese lugar, o ponerme dos tampones, o quedar sorda un rato.
Divisé una pista cerca, pero aún no estaba abierta, la abrían más tarde. Los momentos siguientes me la pasé fumando y esperando para poder descansar mis tímpanos. Y la abrieron, y escuchar música ochentosa fue como estar en el paraíso, volví a ponerme de buen humor y a sonreir un poco (no demasiado). Aunque seguía empacada, el saco nunca me lo saqué. Ni siquiera había hombres atractivos para mirar, el 90% eran mujeres, todas teñidas, recauchutadas, recicladas, con ropa de maniquíes, última moda, imitando a la cantante que sonara en ese momento y los hombres como salidos de Gran Hermano, con gel en el pelito y remeritas ajustadas de colores y pasitos bala...
Tomé dos tragos más, carísimos. Y para coronar la noche se me pegó un molesto que me entrevistó durante media hora, no se dio cuenta que me interesaba más la reproducción del bicho canasto en Canadá que conversar con él.
Pero estaba bastante a gusto con la música, entonces no me preocupé tampoco, me puse a hablar con la Pocha y el buitre se fue con las plumas caídas. Ahí se vino lo peor: la invasión del reggaeton.... Eso sí que fue la frutilla del postre.... Esas voces irritantes sobre bases i-dén-ti-cas, por un rato jugué a adivinar cuándo empezaba una nueva canción, pero después ya no me circulaban bien los pensamientos.
Para colmo no me gusta bailar y Azul me hacía pasitos en mi cara como gastándome... Ya estaba cerrando los puños, pero no me convenía aplicarle un correctivo, mide 1.80 y pico y yo 1.60, podía morir en el intento...
En un manotazo de ahogado fui a asomarme a la pista del punchi, pero no sabía con cual quedarme.
Estuve exactamente dos horas dentro del lugar, que me parecieron seis. Fumé como escuerzo para no aburrirme tanto. Hasta que el milagro sucedió, la Pocha me miró y me dijo:
- Vamos ?
- Quedémonos 15 minutos más amiga. (con cara de "la estoy pasando bomba").
Pero la Pocha no quiso quedarse más y emprendimos la huída.


Al salir prometí nunca más volver a ese lugar, ni aunque toquen los Die Toten Hosen.


Moraleja: "La amistad no tiene límites"

6 comentarios:

Vicky dijo...

Hay que ponerle voluntad a esas noches bolicheras que nos llevan amigos bolicheros.

Unknown dijo...

le puse toda toda toda Vicky !
lo juro !
:)

p dijo...

la incompatibilidad salidora-musical con los amigos es una de las pruebas más arduas que existen para probar la fortaleza del vínculo.
someterse a dos, tres o más horas de suplicio punchi-punchístico es una prueba de cariño que nadie puede pasar por alto.
capítulo aparte merecen los uniformes necesarios para tales escenarios... si fuera por una, se calza las olestar y a otra cosa, pero ante la chance de avergonzar a la amiga (y de que el choboli entero fije su vista en "la desubicada"), se deja disfrazar cual muñequito.
ni hablar de los costos: entrada para sufrir, tragos para pasar el mal trago y taxi para rajar lo antes posible.
y los amigos, conocedores del esfuerzo que esto implica, en algunos casos apelan al golpe bajo con frases tales como: "si no venís vos, tengo que ir sola, así que no voy" o más directas como: "pero dale, lpm, no seas turra y haceme la gamba!!"
finalmente, una, que honra la amistad por sobre todas las cosas, se somete estoica a la tortura auditiva y, aún peor, sale de ahí cantando: "lo que pasó, pasó... entre tu y yo..."

Anónimo dijo...

Promediando el final de la crónica estaba esperando que digas: "me quedé 4 horas..."

Me hiciste sufrir! Obviamente que si alguna vez alguien hace algun "festejo" ahi...¡YO NO VOY!

Miguel D. Barrenechea dijo...

Dios santo.
Le di unos palos a mi amistad para que se comporte y no me deje entrar más a esas casas de Gran Hermano.
E.T. from home.

Anónimo dijo...

100% de acuerdo con "P" ...

A mi me pasó que me terminé acostumbrando a esos lugares...

Si bien no es lo que más me gusta hacer los findes (lejos está de serlo!) debo confesar que disfruto cada vez que salgo a bolichear (léase: 1 vez cada 2 ó 3 meses), es una forma de compartir algo más con mis friends, es siempre motivo de risas y generador de anécdotas... y la previa es casi un ritual...

en fin...