El pájaro canta hasta morir

En la sala del otorrinolaringólogo había una onda rústica, muebles viejos de algarrobo, un reloj con números romanos a cuerda, dos piezas de cerámica que parecían para poner cenizas de alguien, almohadones de colores apagados que combinaban bien. Un lugar cómodo para leer revistas pedorras gratis y sacarle la ficha a los otros pacientes para matar el aburrimiento.

Sin música, la música a veces puede ser tu peor enemigo, eso me pasa a mi si me ponen Ricardo Montaner o temas latinos melosos. La peor banda sonora es la que ponen en las salas de espera o en los supermercados, a excepción del chinese supermarket de la esquina de casa donde tiran punchi en chino que está re bueno, es genial ir a pagar a la caja y ver el winamp con las letras en chino y encima intentar descrifrar como carajo se llama el tema o el artista.

La cuestión es que estaba esperando mi turno (fallido porque tenía que ir a la foniatra y no al otorrino, siempre me pasan estas cosas, es la historia de mi vida) y observaba toda la sala. Pegué un vistazo a las revistas esas de frivolidades y al lado, divisé una vitrina estilo pecera con una pequeña falsa naturaleza adentro: dos cardenales embalsamados sobre una ramas de cotillón.

Durísimo ( y durísimos) . Me fui pensando quien habrá sido el hijo de puta que decoró de esa forma la sala de espera.