Adios Cabrera adios !

Lo que queda atrás

La Pocha a 5 pisos de distancia.... Puta que lo parió ! Quien me va a cocinar esas comidas expectorantes ? Quien me va a bancar en mis días de renegada contra el mundo ? Quien me va a bancar cuando no tenga ganas de hablar con nadie ? Quien me va a hacer recetas de medicamentos ? Quien, quien, quien ?

La querida prima Moni a media cuadra, si, esa misma, la que le roba el wi-fi a la confitería de Córdoba y Sánchez de Bustamante !

El Abasto, barrio de cartoneros y fisus de porro y tetra.

El videoclub de Avda. Córdoba al 3500 con su gran cantidad de películas independientes y la ambientación que le hacen a su vidriera de acuerdo al estreno copado del mes. http://www.newplanetfilms.com.ar/

Las compras alcohólicas y de alimentos perecederos y no perecederos con ticket canasta en el Chinese Supermarket de Cabrera y Gallo, con las indescifrables conversaciones en código chino de los dueños included, en la voz de todos sus protagonistas (son 4 generaciones, abuela, madre, hija y bebé).

El Instituto de Salud Mental (con cama adentro) a metros de mi edificio, del cual salen gritos a toda hora.

El viejo manguero del cuarto piso de Casa Cabrera que me malhumora con sus pedidos de "un cigarrillito" o "dos pesitos" tanto en la vía pública como en el hall o el ascensor. Hasta sus limes de madrugada, poner una radio mal sintonizada en frecuencia a.m.

La mirada hostil de la zorra de la portera, custodiando cada uno de mis pasos tras la puerta de su casa, pegadita a la entrada del edificio. Y enterándose novedades de mi vida antes que yo.

Los barandazos a marihuana que se detectan en cualquier momento del día al atravesar el Abasto. Conviden !

La parrillita de la esquina donde paran los fisus a tomar cerveza y vino con chori.

La pizza suelta y los platos del día de Los Cocos, con cerveza tirada.

Llenarme los zapatos de barro por pasar por tantas veredas de edificios en construcción, maldita civilización que deja a las veredas sin sol y a los barrios sin casas.

Los michis que entran y salen de Salomé, gaterío ubicado en Córdoba y Billinghurst y los vejestorios de los clientes. A este lugar lo caracterizan los vidrios polarizados, los leones dorados a ambos costados de la puerta, la música cabeza(onda "cumbia nena", "mayonesa" y "gelatina", temas empalagosos y pedorros que con escucharlos una vez ya te sabés de memoria la letra completa y el mayor cliente de preservativos del kiosquito situado a pocos metros.

La cara libidinosa del kiosquero que mencioné recién cada vez que voy a hacer alguna compra.

Los martillazos, taladrazos, golpes y comentarios indescifrables de los albañiles del edificio en construcción de al lado. De lunes a lunes desde las 8 a.m.

El molesto ruido del maldito y repudiable llamador de ángeles, desubicadamente ubicado en una de las ventanas de mi edificio, bien en el medio del pulmón, irritando los nervios de cualquier ser viviente que ose gozar de algo medianamente parecido al silencio.

La fealdad de la cocina y el ruido del goteo de la canilla a raíz del cuerito que no me digné a cambiar hace más de un mes.

El paupérrimo estado del baño, con el lavatorio instalado a 45 grados, los azulejos del tiempo en que se limpiaban el culo a latigazos. Los azulejos merecen una oración aparte, porque el 30 % esta roto, el 15 % tiene distinto color porque no habrán conseguido repuesto, el 10 % no está y el resto masomenos se la banca.

Homero, el perro de la familia rollinga del noveno (padres y pekes, todos con flequi y remera de Callejeros) que siempre se me monta en un pie.

Las caminatas zigzagueantes hasta el subte, esquivando soretes perrunos por doquier.

La plaza de los perros, esa que queda en Jean Jaures y Córdoba, donde me fotosinteticé tantas veces y hasta llegué a pasar una noche entera, dormida y del orto y no hubo que lamentar ni robo ni embarazo no deseado.


Supongo que el edificio va a estar contento con mi partida ya que soy la típica molesta que escucha la música fuerte a cualquier hora y más de una vez impregnó el aire libre con sus humos exóticos. Adios vecinos adios, nos seguiremos viendo mientras la Pocha viva en ese maldito lugar.

Y pensar que tantos habitantes jóvenes de la camada de los últimos años le levantamos el nivel al edificio Cabrera, antes le decían Edificio Warnes, era el hogar de altas prostitutas. No quiero pensar cuanta fierrazos se habrán echado en mi departamento, adios Cabrera, adios, cuatro años juntos para nunca más volver.