Hasta que escriba la crónica de todo el viaje...
El 30 de diciembre salimos (Mel, Renata, Sol, Nikki y yo) portadores de montañas de entusiasmo hacia aeroparque. Una promo de Lan había hecho que el viaje en avión fuera casi al mismo precio que pasajes en micro, estábamos ganando 22 hs. de ida y 22 de vuelta. Un golazo de tres cuarto de cancha. Eramos casi los únicos mochileros fashion que subiríamos a ese avión.
Sol nunca había viajado en avión y estaba con el culi frunci, pero de a poco fue acostumbrándose a los movimientos. Le expliqué que es la muerte más instantánea que hay, que no había nada que temer, era un fogonazo de un segundo y listo, a la próxima reencarnación sin escalas (cuak).
Cuando bajamos sacamos su foto triunfal, re contentona al lado del monstruo volador. Reconozco que no temí porque no viajamos por Aerolíneas Argentinas, sino hubiera considerado viajar en micro para resguardar mi pellejo y el de mis amiguitos.
Llegamos a Salta a las 14 hs. un sol asesino nos estaba esperando, dejamos los bolsos en un guardador de equipaje y anduvimos varias horas vagando porque de ahí iríamos directo a Tilcara para pasar el año nuevo ahí. A las 22 salía el micro así que paseamos y fichamos en una feria callejera boludeces que íbamos a comprar a la vuelta, vi unos dinosaurios de plástico buenísimos, que rescaté a la vuelta, por supuesto.
Tomamos un micro que iba a tardar aproximadamente dos horas y en el camino mientras los demás dormían empecé a sentir un malestar, taponaje de oídos y un toque de dolor de cabeza. Rennie entregó las hojas de Coca y empecé a ponerlas en el costado de los dientes, al mejor estilo hámster, al toque me empecé a sentir peor, un revoltijo estomacal me estaba liquidando del todo, más las ganas de vomitar, me saqué esas hojas del orto de la boca, pero un rato después me normalicé. No volví a probarlas, ya el olor me daba asco.
Al arribar a Tilcara estaba Pere con su pulóver de chupacabras, esperándonos con una cerveza Norte fresquita, arrimamos al hostel donde habíamos reservado las noches del 31 y del 1 pero no tenía lugar hasta el mediodía. Nos mandaron provisoriamente a la casa de René, un músico folclorista que tenía un par de habitaciones para alojar turistas. Esa noche fuimos al camping a brindar por nuestra llegada y pegamos el primer vistazo al pueblo. Tilcara es encantador, las calles de tierra, las casitas, los cactus por todos lados, la gente linda. Por suerte había pocos turistas todavía...
Al otro día al mediodía nos mudamos para el hostel La Albahaca, una posadita con varias habitaciones en dos plantas y una terraza totalmente relajante. Acomodamos nuestras cosas en la habitación y nos pusimos a tomar sol ahí arriba, sin protector, error. Sol terminó con dos jamones crudos en los cuadriceps y yo con unos camarones, hasta el último día estuvimos rascándonos la quemadura. Quedé tan cagada con el sol que usé factor 40 el resto de los días y me la pasé como una madre retando a todos para que se protejan.
Esa tarde compramos una de las primeras botellas de agua de las cientos que compraríamos en nuestros días de travesía y fuimos a una Laguna a tratar de mojar las patas, pero cuando vimos las plantas del fondo cambiamos de parecer, parecían carnívoras.
Dani, el dueño del hostel había comprado carne para hacer un asadazo de fin de año con bebida libre, que para nosotros fue un poco escasa. Pero como habíamos arrancado con la picadita y el Fernet a las 19 hs. mucho no nos importó. A la hora de brindar ya estábamos todos un poco rotos. Sol casi se desmaya y se tuvo que tirar un rato y yo estaba melanculeada. Estuvimos callejeando y tomando lo que nos cruzaban adelante un buen rato. La gran joda era en el Club Belgrano, había bocha de bandas tocando cumbia, con un sonido demoledor que se escuchaba a 20 cuadras a la redonda, y con una nitidez envidiable. Los chicos entraron ahí y me contaron que se bailaron todas las cumbias habidas y por haber. Por mi lado me quedé con Lucas, un mendocino que iba a viajar por Latinoamérica hasta que de a poco empezaron a llegar mis amigos fisus.
Durante el último día del año muchos pueblerinos nos habían dicho que teníamos que ir a la Fiesta de los Mojones de Maymará. Ya de movida nos causaba mucha gracia el nombre y al otro día con lo que nos quedaba de resto nos tomamos un remis por unos pesitos hasta ese lugar, era bastante cerca.
Cuando llegamos no lo podíamos creer, eran las 15 hs. y la calle era un carnaval de vino, cumbia, buena onda, bailes frenéticos, talco, espuma en aerosol y sonrisas. Algunos no se podían mantener en pie, el sol pegaba y asesinaba, pero a la mayoría no le importaba. Una banda tocando sobre una montañita, el sonido al palo y gente de todas las edades se sacudía seducida por la bailanta, pero no de la villera, de la buena!
Al principio compramos unas cervecitas para hidratarnos, pero notamos que el vino lo estaban regalando. Había dos tanques azules gigantes que iban rellenando con damajuanas de vino blanco, tetras y lo que se aportara como bebidas blancas, azúcar y rodajitas de limón. El jugo loco se llamaba algo así como Saratoga. Al principio lo miramos como con asquito, pero en cuanto nos empezó a dar paja ir a comprar bebidas conseguimos vasos e íbamos rellenando. Sobre el "escenario" apareció la banda Pichi Cardozo y su Grupo América, que la rompieron. Agitaron a todos, una banda muy arengadora, como si fueran los Auténticos Decadentes pero de la cumbia, Había un grupo de porteños (incluídos los chicos) totalmente desaforados en el medio, decretamos esa fiesta como la mejor del año 2008, y sin saber las que se vienen en los 364 días restantes, fue la fiesta insuperable. A las 21 hs. nos volvíamos completamente destruídos y contentos por semejante bienvenida al nuevo año.
Los organizadores de este quilombo son www.losacidos.com.ar y ya les escribi para que me envíen un disco de estos grossos.
Sol nunca había viajado en avión y estaba con el culi frunci, pero de a poco fue acostumbrándose a los movimientos. Le expliqué que es la muerte más instantánea que hay, que no había nada que temer, era un fogonazo de un segundo y listo, a la próxima reencarnación sin escalas (cuak).
Cuando bajamos sacamos su foto triunfal, re contentona al lado del monstruo volador. Reconozco que no temí porque no viajamos por Aerolíneas Argentinas, sino hubiera considerado viajar en micro para resguardar mi pellejo y el de mis amiguitos.
Llegamos a Salta a las 14 hs. un sol asesino nos estaba esperando, dejamos los bolsos en un guardador de equipaje y anduvimos varias horas vagando porque de ahí iríamos directo a Tilcara para pasar el año nuevo ahí. A las 22 salía el micro así que paseamos y fichamos en una feria callejera boludeces que íbamos a comprar a la vuelta, vi unos dinosaurios de plástico buenísimos, que rescaté a la vuelta, por supuesto.
Tomamos un micro que iba a tardar aproximadamente dos horas y en el camino mientras los demás dormían empecé a sentir un malestar, taponaje de oídos y un toque de dolor de cabeza. Rennie entregó las hojas de Coca y empecé a ponerlas en el costado de los dientes, al mejor estilo hámster, al toque me empecé a sentir peor, un revoltijo estomacal me estaba liquidando del todo, más las ganas de vomitar, me saqué esas hojas del orto de la boca, pero un rato después me normalicé. No volví a probarlas, ya el olor me daba asco.
Al arribar a Tilcara estaba Pere con su pulóver de chupacabras, esperándonos con una cerveza Norte fresquita, arrimamos al hostel donde habíamos reservado las noches del 31 y del 1 pero no tenía lugar hasta el mediodía. Nos mandaron provisoriamente a la casa de René, un músico folclorista que tenía un par de habitaciones para alojar turistas. Esa noche fuimos al camping a brindar por nuestra llegada y pegamos el primer vistazo al pueblo. Tilcara es encantador, las calles de tierra, las casitas, los cactus por todos lados, la gente linda. Por suerte había pocos turistas todavía...
Al otro día al mediodía nos mudamos para el hostel La Albahaca, una posadita con varias habitaciones en dos plantas y una terraza totalmente relajante. Acomodamos nuestras cosas en la habitación y nos pusimos a tomar sol ahí arriba, sin protector, error. Sol terminó con dos jamones crudos en los cuadriceps y yo con unos camarones, hasta el último día estuvimos rascándonos la quemadura. Quedé tan cagada con el sol que usé factor 40 el resto de los días y me la pasé como una madre retando a todos para que se protejan.
Esa tarde compramos una de las primeras botellas de agua de las cientos que compraríamos en nuestros días de travesía y fuimos a una Laguna a tratar de mojar las patas, pero cuando vimos las plantas del fondo cambiamos de parecer, parecían carnívoras.
Dani, el dueño del hostel había comprado carne para hacer un asadazo de fin de año con bebida libre, que para nosotros fue un poco escasa. Pero como habíamos arrancado con la picadita y el Fernet a las 19 hs. mucho no nos importó. A la hora de brindar ya estábamos todos un poco rotos. Sol casi se desmaya y se tuvo que tirar un rato y yo estaba melanculeada. Estuvimos callejeando y tomando lo que nos cruzaban adelante un buen rato. La gran joda era en el Club Belgrano, había bocha de bandas tocando cumbia, con un sonido demoledor que se escuchaba a 20 cuadras a la redonda, y con una nitidez envidiable. Los chicos entraron ahí y me contaron que se bailaron todas las cumbias habidas y por haber. Por mi lado me quedé con Lucas, un mendocino que iba a viajar por Latinoamérica hasta que de a poco empezaron a llegar mis amigos fisus.
Durante el último día del año muchos pueblerinos nos habían dicho que teníamos que ir a la Fiesta de los Mojones de Maymará. Ya de movida nos causaba mucha gracia el nombre y al otro día con lo que nos quedaba de resto nos tomamos un remis por unos pesitos hasta ese lugar, era bastante cerca.
Cuando llegamos no lo podíamos creer, eran las 15 hs. y la calle era un carnaval de vino, cumbia, buena onda, bailes frenéticos, talco, espuma en aerosol y sonrisas. Algunos no se podían mantener en pie, el sol pegaba y asesinaba, pero a la mayoría no le importaba. Una banda tocando sobre una montañita, el sonido al palo y gente de todas las edades se sacudía seducida por la bailanta, pero no de la villera, de la buena!
Al principio compramos unas cervecitas para hidratarnos, pero notamos que el vino lo estaban regalando. Había dos tanques azules gigantes que iban rellenando con damajuanas de vino blanco, tetras y lo que se aportara como bebidas blancas, azúcar y rodajitas de limón. El jugo loco se llamaba algo así como Saratoga. Al principio lo miramos como con asquito, pero en cuanto nos empezó a dar paja ir a comprar bebidas conseguimos vasos e íbamos rellenando. Sobre el "escenario" apareció la banda Pichi Cardozo y su Grupo América, que la rompieron. Agitaron a todos, una banda muy arengadora, como si fueran los Auténticos Decadentes pero de la cumbia, Había un grupo de porteños (incluídos los chicos) totalmente desaforados en el medio, decretamos esa fiesta como la mejor del año 2008, y sin saber las que se vienen en los 364 días restantes, fue la fiesta insuperable. A las 21 hs. nos volvíamos completamente destruídos y contentos por semejante bienvenida al nuevo año.
Los organizadores de este quilombo son www.losacidos.com.ar y ya les escribi para que me envíen un disco de estos grossos.
Continuará...
(a los que viajaron conmigo si notan recortes son por mis pérdidas de memoria y el plus de subjetividad )
Aquellos que quieran ir bichando (sobretodo en fotos) lo sucedido en la travesía por el Norte Argentino puede ingresar a esta web: http://somospokemones.blogspot.com/
2 comentarios:
impresionante relato!
las fiestas del norte son lo más. imaginate cuando sueltan el diablo pa'l carnaval!
meimagino la pitu bailando con los gorritos y el poncho juassssssssss¡¡¡¡ juana azurduy¡¡¡¡
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